El camino a Damasco

Saulo, soldado romano, perseguidor de la fe Cristiana, va rumbo a Damasco con el fin de capturar a cristianos refugiados. En el camino, el Señor Jesús detiene su marcha y ante su presencia, éste pierde la vista.

Este breve encuentro con Cristo, cambiará radicalmente su vida, pasando de perseguidor a perseguido. Llegando a Damasco, el discípulo Ananías, siguiendo las órdenes que recibiera de Jesús en un sueño, le impone las manos para que recobre la vista. Saulo, quien posteriormente recibe el nombre de Pablo, acepta a Cristo y recibe el bautismo del Espíritu Santo, convirtiéndose, desde aquel momento, en un fiel seguidor de la fe y en verdadero discípulo de Jesucristo, cumpliendo la misión que recibiera de llevar el evangelio a toda criatura.

El camino a Damasco, nos recuerda, el encuentro personal que hemos tenido con Dios, en el momento menos esperado de nuestra vida. La decisión de seguirle ha cambiando nuestro rumbo y el sentido de nuestra existencia.

En el camino, pueden surgir momentos de duda y dificultad. Porque, la vida es así; misteriosa y sorprendente. Pero, siempre con un propósito: volver la mirada hacia lo verdaderamente importante y cumplir el propósito de nuestra vida.

Para llegar a un lugar determinado o alcanzar un objetivo, es necesario saber dónde y cómo nos encontramos. Solo así, podremos trazar el camino hacia lo deseado: nuestro Damasco personal.